Nicole Kidman fue incluida en un nuevo listado con los mejores actores del siglo 21 realizado por New York Times:
2. Isabelle Huppert
3. Daniel Day Lewis
4. Keanu Reeves
5. Nicole Kidman
6. Song Kang Ho
7. Toni Servillo
8. Zhao Tao
9. Viola Davis
10. Saoirse Ronan
Artista, princesa, escritora, musa: Nicole Kidman las ha interpretado a todas, con el pelo corto y largo, un prodigioso schnoz artificial y una barbilla fantásticamente sobresaliente. Puede sonreír como el sol y llorar con suficientes lágrimas como para que quieras darle una caja de pañuelos. En el cine convencional, el realismo es la moneda de un actor en el comercio, una elección estética que ayuda a convertir el artificio en algo parecido a la vida. Para Kidman, una miniaturista con un toque lapidario, crear ese realismo a veces implica oscurecer la belleza (por el papel, no por los premios) que la ha definido durante mucho tiempo. También significa jugar consistentemente con la feminidad.
Kidman tuvo su momento de mayor estrellado en el siglo 21 con Moulin' Rouge (2001). Fue seguida por unas cuantas producciones de alto perfil, siendo la más notables The Hours (2002), en donde interpretó a Virginia Woolf y ganó el Oscar. Fue un bostezo educado de una película que Kidman siguió y protagonizó en "Dogville" de Lars von Trier (2004), un ejercicio calculador y abrasivo en donde su personaje, luego de ser abusada, toma un arma y ayuda a destruir un pueblo. Kidman parece haber disfrutado de ese momento.
Hizo más de 40 películas desde ese momento, algunas memorables y otras que se olvidarán. Como otras actrices, la celebridad de Kidman sobrepasó a la actriz, creando una fama que tiene poco que ver con la taquilla y más con su persona en la alfombra roja y en las portadas de revistas de moda. En algunos años, sus películas pasaron sin aviso. Aun así, Kidman continuó trabajando con material negligente, elevándose a sí misma incluso cuando la película no podía. Interpretó también a muchas madres, a una estrategia necesaria para sobrevivir en un mundo poco creativo e imaginativo como la industria del cine.
Uno de los placeres de ver a una actriz virtuosa es verla alzarse por encima del material. Kidman lo hizo en repetidas ocasiones, incluyendo en Birth (2004), en donde interpreta a una viuda que cree que un niño de 10 años es la reencarnación de su difunto esposo. Es una tontería pretenciosa que Kidman adorna con delicadeza y pinchazos de emoción. Ella es absolutamente gloriosa en The Paperboy, una película deliciosamente vulgar en el que eclipsa a un cohorte masculino fanfarrón, alternativamente orinando sobre Zac Efron y rasgándose las pantimedias en un frenesí orgiástico por John Cusack.
Más recientemente, Kidman actuó en Destroyer (2018), un duro thriller de Karyn Kusama sobre la caiga en espiral de una detective. Es grande y brutal, golpeando y corriendo con armas, bebiendo en exceso e interpretando a una mujer de mediana arruinada por las elecciones de su vida, que se reflejan en su cuerpo y rostro. La película no fue un éxito, quizás porque era fea para las audiencias de hoy o quizás porque todo está hecho para las revistas Vogue. Pero la actuación de Kidman es brillante, fría, cruda y verdadera. Incluso con su rostro irreconocible, es innegable. No puedes dejar de mirarla. Nunca puedes.
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